PRESENCIA Y CREATIVIDAD
La presencia es el arte de ser un@ mism@, en aceptación total, fluyendo en la alineación del ser, sentir y actuar. En este proceso, la persona va cultivando la honradez en su sistema de valores internos, actuando desde la escucha de su voz interior, siguiendo aquello que considera, desde su más profundo sentir, experimentando cada situación que la vida le ofrece con total entrega, sintiendo qué hacer en cada momento con consciencia y entendimiento.
Cada experiencia vital es una oportunidad para experimentar todas nuestras capacidades y darnos cuenta de qué es lo que nos gusta y deseamos cambiar, pero esa capacidad de percatarnos de lo que somos, sentimos y deseamos, se colma cuando vivimos cada situación tan profundamente que nos disolvemos en el acto, haciendo que la persona desaparezca y nos unamos con todo lo que es en cada instante.
Cuando nos atrevemos a ser enteros, sentimos la experiencia de ser uno, pues el sentimiento interacciona con el pensamiento y se unifica en un acto contundente y consecuente. Sentimos cada sensación, nos concentramos en ella, nos volvemos aquello que sentimos y manifestamos esa sensación interna con todo nuestro ser. Dejamos que esa sensación se instale en nosotros, nos damos el tiempo de respirarla, sentirla y de percatarnos de ella y luego, una vez colmados de ella, la expresamos.
Cuando nos centramos en nosotr@s mism@s en vez de llevar la atención hacia lo que está ocurriendo fuera, hacia la persona o situación que genera nuestro sentimiento o emoción, conectamos con lo que realmente sucede en nosotros, comprendiendo que los demás, solamente son personas o situaciones que provocan que lo que está dentro de un@ mism@ se exprese. Así, un@ puede darse cuenta más conscientemente de lo que siente en su interior, para realmente hacerse cargo de ello, si no, la mente se aferra a sus percepciones, y al no darnos el tiempo para sentir, observar, darnos cuenta de lo que sentimos y qué de nosotros mismos lo provoca, proyectamos hacia fuera nuestra propia película y hacemos culpables a los demás o a las circunstancias externas para justificar y razonar ante los otros nuestro punto de vista y así, tratar de convencerle al otro de que él o ella es el culpable o el agente de nuestro dolor o nuestra felicidad, perdiendo así la oportunidad de ser consecuentes con nosotr@s mism@s, hacernos cargo de lo que sentimos y darnos la libertad de cambiar y tomar la dirección que deseemos, fruto de nuestra convicción interior y nuestro asentamiento personal.
Cuando nos damos cuenta que nuestro verdadero ser está más allá de nuestro cuerpo, nuestras emociones y nuestra mente, conectamos con nuestra conciencia en estado esencial y entendemos que esa conciencia es la que se proyecta hacia el exterior identificándose así con la forma.
Al entrar en la consciencia interna, un@ llega a percibir ese vacío en el silencio interior. Entonces estamos presentes, en la atención plena de todo, en la intensidad del momento presente. Desde este estado del ser, empezamos a observarnos y observamos a esa parte de nosotros que piensa, esa parte que interpreta en base a una asociación entre un pensamiento, un estado de ánimo, un miedo interno, una convicción, una necesidad, un deber, una imposición propia etc…, pero en el momento en el que empezamos a observar, se activa un nivel de conciencia mayor, abriendo la posibilidad de conectar con aspectos mucho más creativos de nosotr@s mism@s , pues al hacernos conscientes de nuestro momento presente, creamos un espacio sin mente en el que podemos permanecer alertas y conscientes en un estado meditativo, que es el estado que nos permite ser en totalidad y este estado de no mente es el que nos permite pensar creativamente.
La mente funciona automáticamente; piensa, hace asociaciones y proyecta, pero no es creativa, por eso repetimos constantemente acciones y reacciones que nos provocan insatisfacción. Esta insatisfacción produce ansiedad, y la ansiedad, provoca rabia, producto de un descontento interior. Eso conecta con el miedo a ser, actuar y hacer daño, con lo cual volvemos a plantearnos: “ qué pienso y qué he de hacer en esta situación?”, pero nos enganchamos a nuestras ideas de lo que es correcto y lo que no, lo que deberíamos hacer y lo que no, y la mente se apodera de nosotr@s. Hacemos desde lo que pensamos que es ético, correcto o lógico desde nuestro punto de vista, y no nos damos cuenta que eso sólo es un pensamiento. Estamos tan identificad@s con nuestro mundo mental, que nos hemos convertido en nuestra forma de pensar y con ello, tratamos de justificar todas nuestras acciones, volviéndonos absolutamente intolerantes con nosotr@s mism@s, con las personas que nos rodean y con las situaciones que la vida nos ofrece.
Si realmente deseamos ser creativ@s, hemos de acceder a la dimensión de la presencia, pues la creatividad se manifiesta desde la dimensión de la no mente, donde un@ puede conectar con ese estado de silencio y quietud interior, donde un@ es un@ con la totalidad y desde ese estado del ser, la mente es capaz de dar forma a esa intuición que surge del interior y entonces, en ese mismo instante, el pensamiento se vuelve creativo y accedemos a la dimensión de la conciencia que es el espacio donde se manifiesta el ser.