“EL SISTEMA DE CREENCIAS Y LAS EMOCIONES”

ADIESTRAMIENTO DE LAS EMOCIONES

EL SISTEMA DE CREENCIAS Y LAS EMOCIONES”

El sistema de creencias se va formando paulatinamente lo largo de nuestra vida con eventos, acontecimientos y diversas situaciones de nuestro entorno familiar y social, que han sido percibidos por la familia y el entorno como buenos o malos, verdaderos o falsos, aceptables o inadmisibles. Estas ideas se instalan en nuestro sistema de creencias como ideas verdaderas que nos ayudan a vivir y adaptarnos a los distintos ambientes, pero a la vez, nos condicionan y limitan la vida, pues nos incitan a vivir de acuerdo con ellas sin poder cambiarlas. Estas ideas condicionan y limitan muchas veces nuestros puntos de vista e inciden directamente en nuestras conductas.

En opinión de Carl Gustav Jung, psiquiatra y psicólogo suizo, padre de la “Escuela Analítica”, todo depende de cómo vemos las cosas, y no de la forma en que son en sí mismas.

Según percibimos las distintas situaciones vitales, así reaccionamos. Nuestro punto de vista determina nuestra interpretación y esa percepción dirige nuestros actos en una determinada dirección.

Si pensamos que algo no es adecuado o no está bien, nos genera una molestia y los mecanismos de defensa de la negación y la resistencia se ponen en juego para boicotear o sabotear aquello que no nos gusta, sin darnos cuenta de que sólo se trata de nuestro punto de vista, una interpretación según las ideas que nos hemos formado en nuestro interior, que nos llevan a defender ese punto de vista a capa y espada, para asegurar nuestra razón y posicionamiento en el mundo.

La palabra emoción proviene del latín emotio, emotionis. Es un nombre que se deriva del verbo emovere. Este verbo se forma sobre movere (mover, trasladar, impresionar) con el prefijo e/ex (de, desde) y significa retirar, mover, desalojar. Así decimos, que una emoción es algo que saca a una persona de su estado habitual.

Cuando el sistema de creencias de una persona es puesto en tela de juicio, la persona reacciona de forma molesta con rabia, resentimiento, angustia e irritabilidad, pues la persona siente que se tambalean las bases sobre las cuales se asientan sus pensamientos y su forma de vivir.

La personalidad se va formando a lo largo de los años en base a esas creencias y nos muestra la forma en la que la persona se adapta en el entorno familiar, para ocupar su lugar y recibir el apoyo, afecto y consideración que cada uno necesita, y para sentirse a gusto y seguro en el entorno en el que vive. La personalidad se va configurando con las cualidades con las que nos identificamos, y las que rechazamos, van quedando en el inconsciente y conforman lo que los psicólogos llaman “la sombra”.

Cuando ocurre algo que atañe a nuestra sombra, normalmente viene suscitado por otra persona que de alguna manera, representa esas cualidades que nos molestan, y reaccionamos a la defensiva o atacando a aquella persona que nos hace el reflejo de lo que rechazamos.

El malestar interior comienza cuando se despiertan ciertas emociones que uno considera negativas como ira, frustración, impotencia, rabia… y la mente empieza a crear ideas que apoyan y ratifican esas emociones. La actitud mental y emocional de la persona influye en su cuerpo que empieza a tensarse y sentirse inquieto, pues el hecho de pensar, produce reacciones químicas cerebrales y los neurotransmisores, que son los mensajeros que parten del cerebro ,viajan vía sistema endocrino para llegar a los órganos del cuerpo y regresar de nuevo comunicando ciertas emociones. Así la emoción se utiliza como vía de escape ante una situación desagradable o como afirmación personal para dar fin a un tipo de interacción molesto, proyectando hacia la otra persona lo que hay en el interior sin reconocer ni integrar lo que en realidad está aconteciendo. Los pensamientos inaceptables generan juicios, críticas y culpa, que se ponen en la situación externa o en la persona con la que estamos interaccionando.

Al poner la dirección y las expectativas fuera, deseamos que la otra persona cambie su conducta sin que nosostros tengamos que hacer nada más que mantenernos y defender nuestra razón. Esta actitud nos mantiene víctimas de la mente, en un comportamiento automático que nos hace vivir en la separación sin vernos a nosotros mismos reflejados en el otro.

Cuando entramos en la emoción de la rabia, queremos hacerle saber a la otra persona que no nos ha gustado su actitud y su conducta, y entonces, boicoteamos y desacreditamos su visión y su comportamiento. Le criticamos con la intención de que cambie y tratamos de herirle de alguna manera, para mostrarle que su punto de vista es erróneo. Nos afirmamos a través de la descalificación y la acusación, en vez de respetar su punto de vista y dar espacio a lo que su comportamiento y opiniones nos movilizan en nuestro interior. Otras veces, la persona entra en ansiedad y trata de controlar la situación, por miedo a encontrase con sus contradicciones internas, por su misma incapacidad de sentir lo que no casa con sus creencias, y cuando la persona no consigue sus objetivos se entristece o se aísla, porque no consigue expresarse y convencer a la otra parte, en vez de mirar hacia adentro y hacerse cargo de lo que ha generado en la interacción.

Para resolver un conflicto emocional, hemos de ser conscientes de lo que decimos y hacemos, y de las consecuencias que ello genera. Hemos de observar nuestras propias carencias, emociones y necesidades insatisfechas escuchando nuestro dolor y contradicciones internas, para tratar de no evadir nuestra responsabilidad a la hora de crear una interacción o propiciar determinadas situaciones, pues la ofensa, la culpa y la exigencia son estrategias de la personalidad que nos mantienen en la insatisfacción y el sufrimiento de generar continuamente situaciones de conflicto por no atrevernos a cuestionar nuestras creencias y reacciones emocionales.

La salida constructiva radica en abrazar lo que sentimos, respirando conscientemente, para ser capaces de sentir y liberar aquello a lo que nos agarramos e identificamos, aceptando las contradicciones internas y las emociones que conllevan, observando lo que acontece, sin querer resolver la situación angustiosa de una manera rápida, aplicando en nosotros mismos el arte de discernir, que consiste en saber escuchar, observar y elegir el camino de mayor apertura de consciencia ,y desarrollar la disciplina necesaria, para crear el hábito de mirar siempre hacia adentro, observando la actitud con la que reaccionamos ante las diversas situaciones que la vida nos ofrece, para tomar conciencia de nuestro comportamiento, nuestras percepciones y proyecciones, y poder desligarnos de nuestros conocidos roles, para ser capaces de actuar más allá de los condicionamientos, desarrollando el arte de estar presentes y conscientes, aceptando lo que acontece y aprendiendo de cada experiencia, sabiendo que la expresión asertiva consiste en aprender a afirmarnos sin herir ni perjudicar al otro ni a uno mismo, desarrollando la empatía hacia los propios sentimientos y los ajenos, para dar espacio a un dar y recibir satisfactorio para ambas partes.

El estado de plena consciencia en el aquí y ahora nos permite estar presentes con el cuerpo, la mente y las emociones armonizadas, de forma que seamos capaces de cambiar nuestra visión egoica por una visión más global, admitiendo que la otra persona está presente para ayudarnos a reconocer lo inadmisible para nosotros, y cuando llegamos a comprendernos y comprender al otro, las emociones desaparecen y entendemos lo que acontece en ambas partes, y esa percepción interna tiene la fuerza de liberar nuestras creeencias y nuestros puntos de vista, trascendiendo nuestras identificaciones para otorgarnos una mayor libertad de ser. .

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