ACERCA DEL ENFADO Y LA CREATIVIDAD

El enfado es una reaccion emocional; una reacción impulsiva, una queja, un dolor que surje como un estímulo mental derivado de la vida afectiva.

Cuando surge el enfado, nos mueve como una ola de energía que nos arrastra agitando la mente, el cuerpo y el alma. El estado de equilibrio interno se rompe y surge el enfado.

La energía se estanca en el hígado y el fuego interior se agita. Si la reprimimos, empezamos a desencadenar procesos depresivos y en ambos casos,depresión o ira, el fuego del corazón se altera. Cuando sentimos ira, el corazón se llena de sangre y afecta a la mente produciendo un exceso de estrés. La ira y el enfado interior producen obsesión y preocupación, y eso afecta al psiquismo y al bazo, y cuando el bazo está débil, porque hay un proceso de rumiación interna, acabamos por afectar al pulmón y sentimos momentos de ansiedad y preocupación. En estos momentos, la atención interna se pierde y acabamos repitiendo pautas y conductas que nos llevan a la insatisfacción. Perdemos la atención interior y la angustia se hace presente, produciendo una sensación de tensión interna y tendencia al insomnio.

Cuando reprimimos la ira nos entristecemos y cuando la tristeza se prolonga en el tiempo, por falta de satisfacción en la vida, perdemos la dirección interna y caemos en conductas automáticas, acabando desmotivad@s y sin ganas de hacer gran cosa, cansad@s y  asquead@s de la vida.

La ira y el enfado son la expresión de un estallido de alto voltaje emocional, que nos lleva a proyectar inconscientemente nuestros miedos y creencias, y en este choque, ponemos el poder fuera y perdemos autoestima, confianza y poder interior.

Aceptar e integrar la ira nos lleva a tomar la decisión de atravesar el conflicto interior y atrevernos a parar para sentir la frustración, la imposición y la exigencia interna, y construir el camino hacia la propia estima, estableciendo la confianza y el poder en nuestro interior, cultivando la paciencia y la tolerancia.

Cuando reaccionamos con ira o enfado, suponemos que lo que hemos interpretado de la situación es verdad, y eso se asemeja a una posición algo fanática. La cuestión radica en cuánta responsabilidad somos capaces de asumir respecto a nuestras emociones sin proyectarlas sobre los demás.

Si reprimimos la ira, impedimos su aceptación. Si la negamos,  no podemos ver el sistema de retroalimentación. Si escapamos, surge el miedo a dejar la zona de confort. Si nos dejamos llevar por la inercia, acabamos por tener buenas intenciones pero nunca las llevamos a cabo.

Cuando pensamos se producen a través de los neurotransmisores  reacciones químicas en el cerebro. Los neurotransmisores son los mensajeros que parten del cerebro y llegan al Sistema Endocríno y los órganos, y regresan comunicando emociones, deseos, memorias, intuiciones y sueños.

Cuando algo nos molesta, nos hiere o nos duele, algo del exterior realza nuestra sombra interior y nos ponemos a la defensiva. Esta actitud nos lleva a reaccionar negativamente ante las personas y circunstancias que nos sacan a flote las conductas y actitudes que rechazamos.

Cada un@ proyecta fuera lo que está en su interior, y cuando los pensamientos y emociones parecen inaceptables, generan enfado y ansiedad, y el juicio nos convierte en víctimas de nuestra propia mente. Ponemos las expectativas fuera, nos quejamos pero no cambiamos, y generamos una sensación de pobreza interior, culpa, resentimiento y dolor. Cuando enjuiciamos interna o externamente, ponemos el poder fuera de nosotr@s con la esperanza de lograr algo, afianzar nuestra posición y exigirle al otro que cambie sin cambiar nosotr@s. Esto nos lleva a vivir en un estado de separación, sin vernos a nosotr@s mism@s reflejad@s en el otro, dificultando la posibilidad de integrar nuestras polaridades.

La personalidad se construye con cualidades que consideramos como “Yo” , mientras que lo que no aceptamos porque no nos gusta, consideramos “ No- Yo” y representa el inconsciente o la sombra.

El sistema de creencias, lo que creemos acerca del mundo, se construye desde nuestros sentimientos e ideas, los eventos que hemos vivido y percibido como verdaderos o falsos, buenos o malos, adecuados o inadecuados…

Este sistema de creencias esta formado por ideas que creemos y defendemos llevándonos a vivir una vida de acuerdo a ellas. Si sentimos que algo no está bien,  nos sentimos molestos, y según nuestra percepción interna, actuamos de una u otra manera.

Las emociones de rabia son expresiones de incomprensión y dolor que se originan en el pensamiento, cuando generamos un juicio hacia otra persona o situación. A través de la expresion de la rabia, queremos hacerle saber a la otra persona que no nos ha gustado su actuación o actitud. Intentamos boicotearle o desacreditar su visión o su comportamiento. Le criticamos, con la esperanza de que cambie en vez de cambiar nosotr@s. Le herimos para demostrarle que lo que hace no nos gusta, le descalificamos y le acusamos en actitud de exigencia, intolerancia y arrogancia, escondiendo nuestra inseguridad, entonces parece la ansiedad y tendemos a controlarla, para no mirar las contradicciones internas, y esta actitud nos impide vivir desde la incertidumbre y el vacío creativo.

Para resolver la emoción de la ira y el enfado, nos hacemos conscientes de lo que decimos y hacemos, y de las consecuencias que nuestras conductas ocasionan, para observar la propia carencia, emoción o necesidad y ser conscientes de cómo seguimos manteniendo el dolor.

La ofensa, la culpa y la exigencia son estrategias del Ego que producen insatisfacción y sufrimiento. Si nos identificamos con una emoción, evadimos nuestra responsabilidad de escuchar el dolor y la contradicción interna. Si en cambio, abrazamos lo que sentimos, podemos respirarlo, sentir y liberar, observando sin querer resolver de inmediato, para tomar consciencia de lo que ocurre en nuestro interior.

El discernimiento consiste en escuchar, observar y elegir el camino de mayor apertura de consciencia. Discernir supone desarrollar la disciplina de mirar adentro y observar la actitud interior con la que reaccionamos, tomando consciencia de nuestras percepciones y comportamientos, para ser capaces de desligarnos de los roles de víctima-victimario, y actuar más allá de los condicionamientos.

La capacidad de escucha interior se desarrolla cultivando la presencia y la capacidad de ser contenedor-a, sabiendo ser una copa que cuida sus aguas, aceptando lo que ocurre, para respetar lo que acontece y comprender lo que quiere decirnos.

La expresión asertiva nos ayuda a afirmarnos sin herir ni perjudicar al otro ni a un@ mism@, y respetarnos significa tenernos en atención, en consideración y ser tenid@s en cuenta.

Sentimos empatía hacia un@ mism@ y hacia la emoción que sentimos, dando espacio al dolor,  para escuchar nuestra propia inseguridad.

Cuando estamos presentes con el cuerpo, la mente y las emociones unidas, cambiamos la visión a una comprensión global, y entendemos que la otra persona o la situación que estamos vivenciando, están para ayudarnos a comprender algo inadmisible, y si le ofrecemos a la emoción  el espacio y la escucha que necesita, llegamos a comprender y crear estrategias de convivencia.

La percepción y la observación interior nos ayudan a liberarnos y a entender ,que el dolor surge por una falta de aceptación y una resistencia inconsciente a lo que está aconteciendo.

Al atrevernos a cuestionar lo que pensamos y sentimos, nos hacemos conscientes de lo que ocurre en nuestro interior, y dejamos de ser esclav@s de nuestro punto de vista. Nos hacemos conscientes de nosotr@s mism@s y de los demás, a través de nuestra propia observación. Así podemos llegar al espacio donde la otra persona siente y comprender lo que está aconteciendo y lo que conjuntamente estamos viviendo, para ser conscientes del otro, más allá de nuestras propias opiniones, superando la tendencia automática de identificarnos con nuestra idea, para asumir una visión global, de forma que podamos observar, sentir, discernir y elegir.

La escucha interior nos permite unificar nuestra consciencia con la voz interior, para ir integrando a través de la aceptación, la comprensión y la integración de las memorias físicas y psicológicas, hasta sentir cláramente en el interior, que todo nace y proviene de dentro, y que nuestro dar y recibir, se produce por sincronicidad, propiciandonos los encuentros que nos ayudan a crecer e integrarnos.

Cuando la persona está arraigada en su interior, el pensar, sentir y actuar se hace ser, porque la persona está en estado de coherencia interior y eso le posibilita el acceso a su mundo interior y al inconsciente; el lugar donde habitan los talentos.

Cuando somos capaces de motivarnos por algo, se originan nuevas sinapsis neuronales, y la persona crea el exterior desde su interior, y empieza la rueda de su propia creación consciente o creatividad.

 

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