Estando presentes en cada acto de nuestra vida, el pensamiento automático pierde su fuerza de manifestación y accedemos al espacio de nuestra consciencia, donde fluye la percepción interna. De esta manera, podemos dirigir nuestra motivación hacia donde tenemos puesta la atención.
El silencio y la mirada hacia el interior nos otorga la intuición y la motivación, para descubrir las dimensiones de nuestra consciencia, pues cuando una persona está en coherencia interna, su corazón irradia un campo de energía electromagnética que accede a la red electromagnética de la tierra y se da una interconexión de ambos campos.
El ser humano puede afectar a ese campo formado por largas bandas de luz en forma de cuerdas de resonancia, que vibran a diferentes frecuencias e interactúan por el principio de resonancia, generando la atracción y la consiguiente interacción de las personas entre sí.
Cada persona, a través de su intención, envía pensamientos y emociones que vibran en una determinada frecuencia y viajan a través de esta red de energía, que conecta a todas las personas entre sí según el grado de sintonía.
Cuando la persona se encuentra en paz consigo misma, su grado de coherencia interna aumenta, pues hace lo que realmente piensa y siente, y esta energía consciente, tiene la fuerza de la observación interna que nos ayuda a discernir.
Discernir es la capacidad de saber escuchar la voz interior, observar los patrones automáticos que se repiten y elegir desde la verdad del corazón, el camino que otorga una mayor apertura en la consciencia, y al ser conscientes, podemos abrir nuevas perspectivas en nuestro interior, que nos lleven a conectar con oportunidades de crecimiento e interrelación constructiva, permitiéndonos elegir conscientemente, ser libres y sentirnos coherentes con nosotr@s mism@s.
La coherencia interna proviene de la consciencia de que cualquier pensamiento o sentimiento nace de una actitud receptiva, y esta posición nos da acceso a explorar el espacio de lo desconocido, y poder vivir en la incertidumbre, de forma que podamos expandirnos a todo tipo de posibilidades, abriendo la puerta a la generación de un cambio en el interior que a posteriori se refleje en nuestros actos externos, pues nos permite improvisar para interactuar y crear nuevos marcos.
El ser humano dispone de un sistema energético que alberga todo tipo de información, y es capaz de conectar con los diferentes planos dimensionales del universo. Este sistema energético habita el aura y está formado de luz, color, sonido y geometría. Una vez que la luz del aura se conecta y se activa en el cuerpo físico, el alma puede fundirse con el cuerpo. La luz inunda las células, el ADN y las células empiezan a emitir luz y el ADN tiene la capacidad de procesar datos a la velocidad de la luz.
Los pensamientos y emociones coherentes inciden en el ADN y éste tiene la capacidad de cambiar el cuerpo y el mundo que le rodea gracias al campo energético que conecta todo. Así podemos sentir que nuestra coherencia nos ayuda a reconocer los valores más elevados del alma, y cada proceso de reconocimiento interno, nos permite alinearnos con nuestra misión en la vida y con el desarrollo de nuestras potencialidades.
A través de la capacidad de discernir nos damos cuenta que nuestra visión de los demás está en relación con nuestros propios sentimientos y esto hace que actuemos de una u otra manera, pero si en cada situación elegimos mirar hacia adentro, podemos optar por el camino que ofrece mayor apertura de consciencia, aprendiendo a no herir ni perjudicar a un@ mism@ ni a la persona con la que nos estamos relacionando. Este tipo de respuesta se basa en el amor hacia sí y hacia el prójimo, y esta fuerza incide en los campos electromagnéticos del corazón. Al aceptar los sentimientos sin juzgarlos, nos liberamos de los patrones del subconsciente y creamos nuevas relaciones incorporando una nueva visión y nuevas iniciativas en nuestra vida cotidiana. El respeto abre la puerta a otras dimensiones del entendimiento basadas en el amor y cuando el amor, y el discernimiento se unifican en nuestro sentir, los corazones se despiertan y la fe en una vida satisfactoria brota en nuestro interior integrando el sentimiento de unidad. Entonces sabemos que todos somos uno y que cualquier cosa que hagamos incide a nivel global.
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