El sexto chakra, Ajna o el tercer ojo, significa mando, dominio, conocimiento, sabiduría, capacidad de percibir y dirigir. Se sitúa en el centro de la cabeza, a la altura de los ojos y se relaciona con los ojos, los nervios ópticos, el cerebelo, los ventrículos del cerebro, la glándula Pituitaria y la Pineal y todo el sistema endocrino, el seno frontal, la nariz, los oídos y el sistema nervioso.
Es como una especie de túnel energético que va desde la zona del entrecejo hasta el área occipital del cráneo.
Representa la dimensión de la consciencia donde alcanzamos la integración de la personalidad más allá del dualismo. En este lugar se juntan los principales canales de energía Ida, Píngala y Sushumna, integrándose en una unidad de consciencia. Ida está en relación con la energía vital y se aloja en el hemisferio derecho y Píngala rige la energía mental del hemisferio izquierdo. Al integrarse los dos hemisferios, se unifican en una unidad armónica el cuerpo y la mente, el observador y lo observado, la visión individual y universal, posibilitándonos ver las relaciones de las personas y situaciones y su interacción con la totalidad.
La integración de las polaridades masculina y femenina, nos da la oportunidad de acceder a la información de las memorias del alma o los registros akáshicos. El aura se vuelve más fuerte, más magnética y más empática con los demás, aumenta la intuición y se abre la visión cósmica y la consciencia interior, permitiéndole a la persona liberarse de sus limitaciones e interpretaciones, llegando a entender un contexto más amplio de la realidad que está viviendo.
La persona funciona dirigida por la voz de su intuición, alcanzando el poder de la percepción psíquica o la visión interior, el desarrollo de las capacidades extrasensoriales como la clarividencia, la clariaudiencia, la telepatía, los sueños lúcidos, la capacidad de visualizar e imaginar, la facilidad para percibir el movimiento de la energía sutil y acceder a la dimensión de los mundos sutiles.
Este chakra está regido por la luz en la dimensión del alma, y tiene como lenguaje el discernimiento, la memoria, el razonamiento, la capacidad de entender conceptos mentales, ver con claridad los diferentes patrones de comportamiento, la visualización, la intuición y la capacidad de percibir los chakras y el cuerpo de luz, para ser capaces de sentir desde el alma y tomar las decisiones que nos impulsan a crecer y madurar, abriéndonos a la realidad sin juzgar y permitiendo que cada momento sea genuino, viendo la vida con más claridad, traspasando viejos hábitos y condicionamientos, aprendiendo a observar, contemplar y entrar a escuchar nuestro interior, para conectar con estados de consciencia más profundos.
Teniendo en cuenta que la imaginación, el pensamiento creativo y la visión son los elementos que nos ayudan a crear la realidad, Ajna nos da la posibilidad de crear de forma consciente la realidad que deseamos vivir, desarrollando nuestro talento y despertando nuestras capacidades y dones. Esta actitud de vida nos lleva a enfocar la realidad desde la interacción de la visión, el pensamiento, la intención de corazón y la confianza en la acción, y nos aporta una mayor claridad para manifestarnos desde nuestra sabiduría interior, sintiendo la magia de la vida y sus sincronicidades.
Si este chakra está desequilibrado la persona puede presentar alguno de estos síntomas: inestabilidad endocrina, migrañas, mareos, confusión mental, falta de discernimiento y de concentración, hiperactividad mental, sinusitis, problemas de visión, insomnio, alucinaciones, desconexión con la realidad, tendencia a vivir en la fantasía, depresión, pánico, adicciones, tumores cerebrales y una tendencia a rechazar la espiritualidad. La persona tiene una propensión a suprimir sus sentimientos y emociones para poder controlar su realidad sosteniendo una actitud de necesidad de ganar, conquistar y demostrar la fuerza y la supuesta superioridad en sus interacciones, por eso vive ansioso y preocupado por el futuro.
Si el chakra está equilibrado la persona confía en su intuición y su vida se desarrolla desde la sencillez y el amor. En sus interacciones busca el beneficio de todos los participantes, establece relaciones cooperativas, sabe que la vida está en perpetuo movimiento y cambio y va adaptándose, sabiendo que cualquier situación que la vida le presente, aunque a priori parezca negativa, siempre contiene una oportunidad para aprender y madurar.
Los ojos nos ayudan a enfocar nuestra atención, y allá donde ponemos la atención vamos creando nuestra experiencia. Si nuestro enfoque está dirigido a la queja y el dolor, nuestra realidad reflejará estas creencias y repetiremos una y otra vez situaciones de carencia y sufrimiento, pero si enfocamos nuestra atención en la parte positiva de cada experiencia, esta actitud nos ayuda a crear en una dirección constructiva, pues los hábitos de pensamiento van creando circuitos neuronales, que nos permiten abrir la mente a una comprensión más global de la realidad que nos toca vivir, asumiendo la lección de vida que trae cada experiencia. Desde esta perspectiva, el tercer ojo nos ayuda a mirar hacia el interior y confiar en la intuición, para acceder a los conocimientos del alma y vivir la vida de forma creativa y satisfactoria.