PLASMAR LAS INTUICIONES EN LA REALIDAD COTIDIANA

Nuestro cuerpo físico está rodeado de un campo de energía inteligente que se organiza a sí mismo en función de nuestros sentimientos y creencias. Las creencias en realidad, son un programa de nuestra conciencia, que se nutre de lo que pensamos y sentimos, así, cuando albergamos ciertas creencias en nuestro interior, ellas generan una onda de energía eléctrica y magnética que conecta con la sustancia cuántica de la que está compuesto el universo y origina la experiencia que nos toca vivir, pero si estamos en estado de presencia, sin identificarnos con nada, nos convertimos en el fondo de consciencia en las diferentes situaciones que la vida nos depara. En estado meditativo, la vivencia se centra en la presencia y en ese estado de receptividad y serenidad, podemos entrar en un espacio desconocido que nos permite sentir e improvisar actuando con lo que llega. En ese estado, estamos enteramente entregados a lo que acontece en el interior y nos convertimos en un canal a través del cual se manifiesta la energía. Aprendemos a ser fieles a nosotros mismos, a lo que sentimos y experimentamos, y cuando la atención se centra en la respiración, las intuiciones que recibimos forman nuevos circuitos energéticos alineados a la frecuencia de la luz y nuestra genética se modifica, así la vibración de nuestra consciencia afecta a la sustancia de nuestro organismo.

Nuestro ADN es una biblioteca de consciencia que depende de nuestro estado interno y las frecuencias de luz que emitimos. Si la persona es fiel a sí misma, siente un impulso a buscar su propia verdad, aceptando todas las experiencias que le permiten ir paulatinamente abriendo su código genético a la frecuencia de la luz, pues al cultivar las cualidades de la transparencia, la honestidad, la fidelidad, la ecuanimidad , la templanza y las diversas virtudes del corazón ,accede a la consciencia de la unidad, y cuando la persona decide ir hacia la autenticidad, acaba amando todas las facetas de su vida, pues se vuelve observadora de su propia consciencia, y al estar en la atención plena, sin reaccionar, las proyecciones cesan y nuestra alma nos habla. En el silencio interior, acontece la experiencia intuitiva y el oído interno nos permite escuchar la voz interior de nuestra conciencia.

Tenemos un tercer oído situado en la garganta a nivel de la glándula tiroidea que se activa a través de la escucha interna, y ese silencio interior es el que nos aporta la claridad en forma de alguna imagen, idea, sensación o intuición. La imaginación se dispara y se construyen las redes de conexiones neuronales que posibilitan nuestras acciones en la realidad. Soñamos lo que deseamos y eso nos ayuda a llevarlo a cabo guiados por los deseos de nuestro corazón, y cuando expresamos en la realidad ese sentimiento, nuestro corazón conecta con el campo cuántico, y nos ayuda a crear la experiencia que deseamos vivir.

La fuerza interior para abrir nuestros chakras o centros de energía y escuchar abiertamente, nos da la libertad de soñar y actuar sin normas ni expectativas, y al seguir el impulso del interior, nos elevamos por encima de las vibraciones de las emociones y la consciencia se libera de los límites del cuerpo, experimentando un viaje interior a través de formas, colores y sensaciones, que nos mantienen físicamente presentes pero sin identificarnos. De esta manera surgen las intuiciones. En este proceso, las células del cuerpo empiezan a captar más luz y los circuitos energéticos aumentan de frecuencia, propiciando el surgimiento de un estado de autoconsciencia creativa. Se acaban las luchas internas y la consciencia se ve a sí misma. Las defensas desaparecen y nos quedamos en el vacío, y en esta vacuidad, todo es posible. Esta quietud interior permite el estado de integración y de creación consciente.

 

 

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