PASO DEL EGO AL CORAZÓN

Las diversas situaciones que la vida nos propone experimentar, nos llevan a comunicarnos y actuar según cómo enfoquemos el lenguaje utilizado y las actitudes de comportamiento, y esto nos envuelve en los juegos del Ego o accedemos a la consciencia del corazón.

Ante una situación que nos crea malestar, porque sentimos que la otra persona no ha actuado según nuestras expectativas, tendemos a hacer un juicio de valor y enfadarnos, y en nuestra expresión y actuación, el Ego se apodera y toma el control, para asegurarse que no nos hagan daño y hacerle ver al otro la falta que ha cometido según nuestro sistema de creencias.

La conciencia basada en el miedo a no saber expresarnos adecuadamente para conseguir nuestros objetivos, necesita reafirmarse buscando la validación externa, la razón o el reconocimiento, y se encuentra con lo que más le molesta: el rechazo o el enfado de la otra persona.

Cuando el Ego se impone, las emociones saltan y nos ponemos al ataque o a la defensiva. El ego quiere solucionar el problema a través del poder o el control, por lo que no nos comunica la realidad tal cual es, sino que le añade una interpretación, enfatiza ciertos aspectos, suprime otros, provoca asociaciones dolorosas relacionadas con vivencias pasadas que puedan tener cierto parecido, dándonos una imagen distorsionada de lo que ha ocurrido, interpretando los hechos positiva o negativamente.

Aun intentando hacer las cosas pensando que lo hacemos por una buena causa, manipulamos las personas a nuestra voluntad, y cuando las cosas no van a nuestro modo, nos enfadamos y acabamos estallando o aguantándonos y reprimiendo nuestra tensión interna.

Este impulso de represión termina agotándonos porque nos esforzamos en hacer las cosas según nuestro criterio, y acabamos alejándonos de las personas que queremos, cansados, vacíos y frustrados. En el interior surje el miedo a no poder fluir tranquilamente y la rabia por el dolor que provocamos al otro y a nosotros mismos.

Cuando observamos estos comportamientos una y otra vez, acabamos agotados y confundidos, y empezamos a dudar de los modelos de pensamiento y emociones que nos llevan a actuar de forma repetitiva, porque el dolor es mayor que el placer. Entonces no queda otro remedio más que mirar hacia adentro y observar los rasgos de conducta que nos molestan de nosotros mismos, y entendemos el motivo real que hay detrás de esas conductas. A partir de ahí empezamos a ser más tolerantes con nosotros mismos y con el otro. Aprendemos a mirar de forma neutral, dándonos cuenta de lo que ha ocurrido y no de lo que debería haber sido. Esto nos permite darnos cuenta de las causas y los efectos de nuestras actitudes y nos volvemos más transparentes, permitiendo que cada persona sea. De esta manera, enfocamos las situaciones desde la aceptación y nos volvemos conscientes de lo que hay. Nos liberamos del juicio y comprendemos que hay un propósito en cada cosa que sucede, y eso nos permite tomar responsabilidad, observando tanto los aspectos constructivos como los destructivos de nuestras interacciones, para poder actuar de forma más creativa, entendiendo la conciencia que subyace bajo los diferentes roles, para tratar al otro y a nosotros mismos con más tolerancia y más amor. Este ejercicio de observación nos ayuda a vivir desde nuestra inspiración interna, empleando la conciencia como una luz que disuelve la oscuridad, aceptando lo que hay, y permitiendo que todos los aspectos de nuestro ser aparezcan en nuestra conciencia, entonces aparece la consciencia basada en el corazón. El Ego se vuelve neutral y se alinea con el propósito del alma, permitiéndonos aprender a cuidarnos, dándonos el amor y la comprensión que necesitamos para integrar las diferentes enseñanzas de la vida. Paulatinamente nace y crece en nosotros una nueva consciencia, la que ama la verdad en lugar del poder o el control. Esto nos abre el camino para funcionar a través de nuestra intuición recuperando nuestra espontaneidad e integridad.